- Fueron una serie de conflictos armados y maquinaciones políticas entre los parlamentaristas y los realistas en el reino de Inglaterra, principalmente por la manera de gobernar (toma de decisiones abolutistas del rey). La primera guerra (1642-1646) y la segunda (1648-1649) fueron mantenidas por los que apoyaban al rey contra el llamado "parlamento largo", mientras que la tercera (1649-1651) fue contra los miembros del parlamento remanente, las cuales terminaron con la victoria parlamentaria en la batalla de "Worcester" en Septiembre de 1651 y posteriormente la decapitación del Rey Carlos I.

- Aunque no se establecieron legalmente hasta la Revolución Gloriosa en 1688, las guerras establecieron el precedente de que la monarquía inglesa no podía gobernar sin el consenso del Parlamento, se estableció la "Bill of Rigths", se prohibió la monarquía católica, el Rey ya no pudo suspender leyes, crear impuestos o mantener un ejército permanente en tiempos de paz sin el permiso del parlamento. Estableció las bases políticas que hizo de Inglaterra la Potencia hegemónica de los 2 siglos siguientes y la cuna de la Revolución Industrial.
- Desde 1689 Inglaterra y luego el Reino Unido (Inglaterra, País de Gales, Escocia e Irlanda del Norte) ha sido gobernado bajo un sistema de monarquía parlamentaria ininterrumpidamente, donde el parlamento ha ido ganando poder y la corona lo ha perdido progresivamente.
REVOLUCIÓN FRANCESA
La Revolución Francesa, ocurrida entre 1789 y 1799, no fue un simple cambio de gobierno, sino un conflicto social que sacudió los cimientos de Francia y resonó en todo el mundo. Fue un momento en que el pueblo, cansado de la desigualdad y la opresión, se levantó contra la monarquía y la nobleza para reclamar sus derechos. Este evento no solo transformó Francia para siempre, sino que también sembró las ideas de libertad, propiedad, igualdad y fraternidad, que hoy consideramos pilares de la democracia moderna.
Los orígenes de la Revolución Francesa se pueden encontrar en el reinado de Luís XIV que duró desde 1643 hasta 1715, 72 años. Cuando inició su gobierno Francia se encontraba sacudida por una serie de guerras civiles entre miembros de la nobleza. Luís decidido a acabar con ellas, centralizó todo el poder en su persona declarando `L état c´est moi´ (El Estado soy yo). Obligando a miembros de las principales familias aristocráticas a mudarse junto con él, a su recién inaugurado Palacio de Versalles en las afueras de París. Allí cobijados por lujos, tanto la nobleza como la familia real se fueron alejando de las realidades del pueblo y sus necesidades.
Además de esta injusticia social, Francia enfrentaba una crisis económica grave. El rey Luis XVI y su esposa, María Antonieta, gastaban fortunas en lujos, mientras el país se endeudaba por costosas guerras, como la ayuda a los independentistas estadounidenses contra la dominación británica. Para colmo, las malas cosechas provocaron escasez de alimentos y el pan, la base de la dieta popular, se volvió inaccesible para muchos. Esto, sumado a las nuevas ideas de la Ilustración que hablaban de derechos y poder del pueblo, creó una olla a presión a punto de estallar.
La sociedad estaba dividida en tres grupos, o "estados": el clero (la Iglesia), la nobleza y el pueblo llano, también conocido como el Tercer Estado. Los dos primeros grupos tenían todos los privilegios: no pagaban impuestos y vivían con lujos, mientras que el Tercer Estado, que era la gran mayoría de la población, desde ricos comerciantes hasta campesinos pobres, cargaba con todas las deudas y vivía en la miseria. Estos le pidieron al Rey convocar la Asamblea de los Estados Generales, que no se reunía desde 1614, para tratar de resolver la crisis. Esta Asamblea se convirtió en Asamblea Nacional y le aconsejaron al Rey Luís a disolverla a la fuerza.
El 14 de julio de 1789, la chispa saltó en París. El pueblo, enfurecido y armado, asaltó la prisión de La Bastilla, un símbolo de la autoridad del rey. Aunque el asalto no liberó a muchos prisioneros, fue un golpe simbólico que demostró el poder de la gente y marcó el inicio de la revolución. Los revolucionarios redactaron la "Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano", un documento histórico que afirmaba que todos los hombres nacen libres e iguales ante la ley. En un principio, se intentó establecer una monarquía constitucional, donde el rey compartiría el poder. Sin embargo, los conflictos internos y la invasión de otros países europeos como Prusia y Austria, que temían que la revolución se extendiera, llevaron a una radicalización.
En 1792, la monarquía fue abolida y se proclamó la República. La situación se volvió más violenta con la ejecución del rey Luis XVI y de María Antonieta. Pronto, el poder cayó en manos de un grupo radical llamado los jacobinos, liderados por Maximilien Robespierre. Bajo su mandato, se vivió el periodo conocido como el "Reinado del Terror", en el que miles de supuestos enemigos de la revolución fueron ejecutados en la guillotina. Este oscuro capítulo terminó con la ejecución del propio Robespierre en 1794.
Tras la caída del Terror, Francia buscó estabilidad con un gobierno más moderado, el Directorio. Pero la agitación continuó hasta que, en 1799, un joven general corso llamado Napoleón Bonaparte dio un golpe de estado y puso fin a la revolución, estableciendo un nuevo régimen autoritario. A pesar de que la Revolución terminó con un líder que se coronaría emperador y que Francia regresaría brevemente a la monarquía en varios periodos de su historia el impacto de la Revolución Francesa fue duradero y profundo. Se eliminaron los privilegios de la nobleza y de la Iglesia, se establecieron los Derechos del Hombre y del Ciudadano y la idea de que el poder residía en el pueblo se extendió por todo el mundo occidental, impulsó el nacionalismo en otros países y sus ideales inspiraron revoluciones y luchas por la libertad como la Guerra de Independencia Hispanoamericana, demostrando que el poder del pueblo para cambiar su destino puede ser una fuerza imparable.